sábado, 17 de septiembre de 2011
CUENTO DE CLASE - VIANNEY ANDREA ROSERO ORREGO
" Kotex
28 días con voss" en Argentina; en Colombia "Kotex
28 días contigo".
Ubicacion: Colombia,
Barrio: Manrrique, Estado: Coloidal, Estudio: Artista....Nombre: Tinto conocido
como esteban.
“Tinto tiene tinta en el
tintero”, pues sí, su hermosa vasija era llamada Marcela, preciosa y brillante
bailarina de la facultad de artes de la UdeA, perra, grilla, ninfómana, sexóloga,
psicóloga de todos sus compañeros artistas invadidos por la kripa y el alcohol(
segunda profesión)ella era quien le vacío la tinta más de una noche.
Baile exótico el de esta
chica, menea sus caderas de abajo para arriba, de arriba para abajo, en
espiral, en círculos, triángulos, como se le de la gana. En la mitad de estos
dos polos artísticos, hay un gran atroz amigo llamado Retraso: la pesadilla del
mundo moderno, la imposibilidad contemporánea, el problema para Esteban y Marcela.
Pero ¿qué Retraso era? ¿De que se trata está historia?.
Aquella noche oscura y atravesada
por la espumosa y amarilla cerveza; además, contaminado por la oscura y sola
calle de verano eterno, estaba allí, esperándonos, en esa cajita color verde
oscuro, mas bien el aposento de ellos, el vagón del silencio, el frio que venía
por Retraso.
Retraso aumentaba cada vez
más, paso a paso, dedo tras dedo, uña tras uña; sin embargo, pensaba através de
los muros y ventanas de las casas, en aquel edificio pálido, brutalmente
renegrido por los humos de la cuidad, color naranjas por las heridas de mí país,
rocoso por los rasguños de los llamados “gatos” y lunáticos de mi barrio. En fin,
mi cuidad industrializada, pienso yo.
Yo lo sabía, sabia porque
soy una narradora omnipresente; además, estuve en el lugar de los hechos.
La cajita verde estaba allí
desde el fin de semana pasado, con su contenido, casi matador, casi desvelante
por días, meses, años y una vida entera. Paso por todos lados, en boca de todos
los vecinos, desde los viejitos sentados en el kiosco de la esquina hasta los
amigos travestis con sus faldas rojas llenas de lentejuelas que en sus piernas había
secretos históricos que no estaban
publicados ni en NatGeo, ni History Chanel ni en el Mundo según Pirry,
sólo en sus piernas. Todos tenían tiquetes para este viaje ajeno, inundado de
llantos para los de primer grado de consanguinidad, de resto todos eran los
mismos O positivo del barrio.
Marcela aún esperando su
sueño Colombo Argentino en 28 días y Retraso aún sin llegar, ajeno totalmente a
esta víspera nocturna.
Yo les digo ese lugar no
era un bar, era como una meseta donde a cualquier lado la vista es posible,
donde las cometas vuelan libremente como los travestis.
Sí, llego la hora, llego Atraso,
agotado, despilfarrado con la camisa abierta y agitado y con las toallas higiénicas
que tenía para la novia Marcela.” Atraso” llaman a Josué; abre la cajita verde
con los anillos de por medio. El mesero, Josué llamado Atraso, llegó para la anhelada
cena matrimonial. Teresa soy yo; soy la omnipresente de esta historia pasada,
les cuento esto porque al abrir mi casillero encontré está novela escrita ayer.
jueves, 15 de septiembre de 2011
BAR ABIERTO
Cuando
entré al bar, vi que bailaban suavemente, como si la música los moviera en un
compás en el que no tienen que hacer ni el más mínimo esfuerzo para
sincronizarse, se entendían. Ya desde mi mesa vi que al acabarse la canción,
cada uno tomo por su lado y como un par de desconocidos rompieron esa conexión
que habían logrado generar. Cada uno en una mesa diferente, con acompañantes
diferentes, con actitudes diferentes.
Yo, sola en
una mesa, esperando que más gente se haga notar y participe en lo que será mi
próxima historia, pero al parecer ya encontré a los protagonistas, el se toma
una cerveza y no le quita la mirada de encima a ella que está en la otra mesa y
que de vez en cuando establece contacto visual con su reciente pareja de baile.
El lugar es
pequeño, no hay mucha gente esta noche, la música es agradable.
No hubo
movimiento extra que el que nosotros generábamos, nadie más entró al lugar esa
noche...en una de mis idas al baño, me encontré con ella mientras nos lavábamos
las manos, no era la mujer más bonita, pero tenía un brillo en los ojos y una
sonrisa que invitaba a sonreír, era obvio el porqué el chico de la otra mesa se
había fijado en ella.
Transcurrió
la noche y nada más pasaba entre los extraños, hasta que ella se levantó a la barra, aparentemente
a pedir algo, ese fue el momento en el que todo cambió, pues él chico se
levantó tras ella y se paró al lado de la barra a hablarle, se sentaron y se
quedaron allí mucho rato, yo como observadora pensaba que al fin había avanzado
la historia, estaba agradecida, de hecho esperaba algo más, cuando los dos se
separaron nuevamente y se sentaron cada uno en su mesa, a los pocos minutos
ella y sus acompañantes se retiraron del lugar, el chico la siguió con la
mirada y solo pudieron despedirse con un pequeño movimiento de manos.
Ahí me
volví a quedar yo, mirando cómo se disolvía otra historia de esas que nacen y
mueren en una noche.
Por, Raquel Rodríguez
HISTORIA DEL BAR
CUALQUIER DÍA
Lugar,
centro de la ciudad de Medellín, al lado derecho la iglesia de la Veracruz de más de 400 años
de construida y una de las más representativas de la ciudad. Y aquí
paradójicamente entre el Dios católico y la vida real se encuentran las putas. Hay
por lo menos diez mujeres paradas en las puertas de los locales comerciales,
son las nueve de la noche y las damas esperan pacientemente que sus vidas se
resuelvan o más bien, que la noche les dé de comer a sus hijos. Las mujeres
están dispuestas casi simétricamente en el lugar, como si hicieran parte del
paisaje o fueran extras de una película de Víctor Gaviria. Llegamos al sitio,
afuera una cartelera como de niño de primaria nos anuncia una promoción, tres
cervezas por seis mil pesos. En la puerta hay un hombre vestido de negro, nos
saluda amablemente y comenzamos a subir las escaleras de un lugar sin nombre,
pareciera que estuviéramos entrando como a una especie de infierno chiquito, no
tenemos miedo, en realidad hay una especie de morbo en nosotros que nos anima a
seguir con esto. Un hombre nos recibe, esta algo histérico, nos pide las
cedulas. Llega una mujer toma a uno de nosotros bruscamente y nos indica el
lugar donde nos debemos sentar. Una madame baila en una especie de tarima de
cemento, hay un tubo metálico en el medio y mientras las luces típicas de
discoteca barata alumbran su cuerpo, se desnuda para complacer a los mirones.
Suena un vallenato, la mujer se aleja de la tarima y comienza mesa por mesa a
pedir su salario, lo que ella llama la colaboración. El lugar es bastante
grande y a esta hora se encuentra casi vacío, hay por lo menos cinco hombres
ubicados estratégicamente para observar a las damiselas. Suena una bachata
conocida de esas que ponen en emisora, el mesero corre de aquí para allá, trae
una que otra cerveza y vuelve a la barra. Hay un timbre que anuncia la llegada
de los clientes, sube un hombre que se sienta justo al lado de nosotros. Esto
es una especie de morbo escénico, donde la libido se atenúa y se escapa de los
pantalones, al lado derecho del lugar hay un pequeño televisor que muestra una
grotesca película porno. Comienza la música electrónica y sale otra mujer, es
una morena muy bonita, lleva puesto un short y un top, baila, nos mira, se
quita el top, se agacha y comienza a abrir las piernas, se mueve de una manera
muy extraña, como si estuviera poseída o algo parecido, el dj anuncia otra
chica y dice con vos circense, que el sábado en la noche habrá sexo en vivo y
que se rifaran chicas gratis, como si la existencia humana se redujera al azar
y peor aun, se regalara gratis. El hecho de exhibir el cuerpo solo como materia
nos perturba, y se que el azar también hace parte de nuestras vidas, pero aquí se
siente una mezcla entre lastima y asco, lastima de ellas, asco de la vida.
El
barman se acerca a atender a sus clientes con una corbatica barata de coctel
ridícula, las mujeres se acercan a la barra y hablan entre ellas. De nuevo el
dj anuncia la entrada de otra fémina, tiene un braziersito que cubre sus
pezones y un short blanco. Baila, se mete el dedo en la boca, abre las piernas,
tiene un gesto de asco en el rostro, esta drogada, se nota en sus ojos díscolos.
Entra un vendedor de gafas, como si con estas pudiéramos verlas en 3D u ocultar
nuestra mirada, la mujer sigue moviéndose en la barra, y el hombre de las gafas
da una vuelta por el lugar mientras mira a la chica, sus gafas son ahora una
excusa para robarse un poquito con los ojos las imágenes que estamos
presenciando. Suena un reggaeton y el dj dice enérgicamente: Vamos a mover las
nalgas, la mujer se desnuda completamente, tiene las tetas de perra flaca de la Cándida Eréndira
y a medida que avanza la noche sube el
nivel de las chicas, su belleza, su
experiencia.
Este
lugar es ajeno a nosotros y nosotros a él, se nos nota la cara de niños ricos y
que no vinimos con el animo de excitarnos, de tocar o tocarnos ni de pagar por
una noche de placer. Salimos del sitio, son casi las 11 de la noche. En el
centro de la ciudad a esa hora se siente el aire pesado, nos invade el miedo
mientras caminamos hasta la oriental para tomar un taxi y salir asqueados de la
vida.
POR: ESTEFANIA MARULANDA POSADA
miércoles, 14 de septiembre de 2011
actividad palabras
Actividad de las palabras
¡Marcelaaaaa!- gritaba como loco
ese hombre mientras las gotas de licor caían sobre su cara, nunca antes se había
visto una lluvia alicorada. Unos la aprovecharon, compraron baldes, llenaron
piscinas, sacaron recipientes, todo con el fin de acumular la mayor cantidad de
cerveza posible; otros ni se dieron cuenta de lo que sucedió y otros más
divertidos salieron a los riachuelos y se bañaron en la bebida. Nuevamente se
escuchó el grito de ese hombre, que sin
duda alguna, había consumido más de la mitad de la lluvia caída de esa noche.
Zapatos, tomates, pájaros, delfines y hasta elefantes le lazaban los vecinos
por las ventanas, estaban desesperados como los quejidos de ese sujeto que
parecía iba a tener un ataque al corazón o como mínimo se iba a quedar sin voz.
Uno de esos elefantes arrojados
desde lo más alto de un edificio, fue
cambiando de color a medida que descendía, de rosado a beige, de morado
a naranja, todos los colores pasaron por su piel. Ese destello de tonalidades
alertaron a ese hombre mientras abría la boca
y miraba hacia el cielo para intentar tomar unas gotas más de licor, dio
un paso al costado y con la mayor tranquilidad posible simplemente vio Esteban
el elefante rebotar contra el pavimento, parecía una pelota de goma de las que
nunca están quietas. Voló nuevamente por los aires, casi alcanza la altura de
lo que fue lanzado, sólo le faltó un piso para regresar a su hogar;
lastimosamente entró por la ventana del apartamento 1408, ese terrible lugar al
que, ni el más grande de los animales se atrevería a entrar: el apartamento de
Teresa. Ese oscuro lugar, con cabezas de culebras colgando de los techos,
espantaba a los curiosos que de reojo se asomaban y no era para menos. Teresa
era la abuelita de la mujer cuyo nombre era nombrado a ritos desde la calle por
aquel chico, por Josué. Esa señora era la peor de las creaciones que habitaban
en el planeta kiosko, plagado de tintos que volaban de sur a norte y de este a
oeste.
Josué y Marcela, paradójicamente,
nunca se habían visto, nunca en la vida habían hablado y peor aún ella nunca
había tenido información de él era un completo desconocido; sin embargo, el
chico sostenía en su mano derecha 10 tiquetes para ir a cine el fin de semana
con marcela pero ¿para qué 10 boletos? Era para evitar que las personas e
sentaran a su alrededor y lograr confesarle su odio a esa mujer, porque eso era
lo que sentía por ella, físico y puro odio. Era tan grande ese sentimiento que
no se podría guardar ni en el mayor de los casilleros, la facultad para odiar
de Josué no tenía comparación ni con el más rudo de los colombos.
Otra vez se escuchó el grito
¡Marcelaaaaaaaa! Ésta vez con más fuerza con más autoridad, tanta, que hasta
apagó las velas del frente tenía dispuestas para una cena especial esa noche.
La calle quedó en silencio, la lluvia dejó de caer parecía como si el kiosko
entero se hubiera paralizado al escuchar el estruendo. Fue en ese momento
cuando Josué sintió que podía comenzar con el baile que conquistaría a su
chica. Sacó los 4 anillos, los puso en el suelo mirando hacia el sur y sin más
retrasos hizo la llamada de los dioses que lo ayudarían a salir de su secreto.
Por: Carlos Ignacio Quintero
Franco
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