jueves, 15 de septiembre de 2011

BAR ABIERTO


Cuando entré al bar, vi que bailaban suavemente, como si la música los moviera en un compás en el que no tienen que hacer ni el más mínimo esfuerzo para sincronizarse, se entendían. Ya desde mi mesa vi que al acabarse la canción, cada uno tomo por su lado y como un par de desconocidos rompieron esa conexión que habían logrado generar. Cada uno en una mesa diferente, con acompañantes diferentes, con actitudes diferentes.

Yo, sola en una mesa, esperando que más gente se haga notar y participe en lo que será mi próxima historia, pero al parecer ya encontré a los protagonistas, el se toma una cerveza y no le quita la mirada de encima a ella que está en la otra mesa y que de vez en cuando establece contacto visual con su reciente pareja de baile.
El lugar es pequeño, no hay mucha gente esta noche, la música es agradable.

No hubo movimiento extra que el que nosotros generábamos, nadie más entró al lugar esa noche...en una de mis idas al baño, me encontré con ella mientras nos lavábamos las manos, no era la mujer más bonita, pero tenía un brillo en los ojos y una sonrisa que invitaba a sonreír, era obvio el porqué el chico de la otra mesa se había fijado en ella.

Transcurrió la noche y nada más pasaba entre los extraños,  hasta que ella se levantó a la barra, aparentemente a pedir algo, ese fue el momento en el que todo cambió, pues él chico se levantó tras ella y se paró al lado de la barra a hablarle, se sentaron y se quedaron allí mucho rato, yo como observadora pensaba que al fin había avanzado la historia, estaba agradecida, de hecho esperaba algo más, cuando los dos se separaron nuevamente y se sentaron cada uno en su mesa, a los pocos minutos ella y sus acompañantes se retiraron del lugar, el chico la siguió con la mirada y solo pudieron despedirse con un pequeño movimiento de manos.

Ahí me volví a quedar yo, mirando cómo se disolvía otra historia de esas que nacen y mueren en una noche.  

Por, Raquel Rodríguez

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