Marcela tenía un atraso, otro más, no era que estuviera en
embarazo, porque hacía rato no tenía sexo, sino que el tratamiento para sus
problemas hormonales no estaba funcionando bien.
Hizo una llamada al médico para que él solucionara su
problema, esperó que contestaran, escuchó el “espere un momento por favor” de
la secretaria, aguantó el “turururu turu turu” de la aburrida musiquita de
espera y, por fin, luego de casi 45 minutos de espera, le dieron una cita con
un nuevo ginecólogo para el otro día, con un tal Dr. Josué, o algo así.
10.30 am del otro día. Casi era hora de su cita a las 11.00
am, tomó un taxi, el conductor gordo, barrigón, de bigote, un tanto mirón, de
esos que tratan de poner conversa por más que se ponga resistencia. Llegaron
donde era, ella pagó, él devolvió, ella se bajó. Entró a un edificio alto, con
una sala de espera atestada, esperó parada hasta que la llamaran y, como a las
11.20, por fin entró.
Siguió al consultorio, cerró la puerta metálica tras de sí,
y sin que el médico alzara la cabeza le preguntó: ¿nombre? Marcela Alzate, dijo
ella, ¿edad? 27 años, ¿último periodo? Mes y medio. Ok. El Dr. Josué se quedó
callado por un momento.
Marcela lo observaba, tenía 2 anillos, uno en el dedo anular
de la mano derecha, el otro en la mano izquierda en el dedo índice. La oficina,
muy blanca y verde enfermo, (color empresarial), con unos diplomas, algunos de
la facultad de medicina, un cuadro de una familia feliz.
Cuénteme, dijo él con voz neutra. Bueno, dijo Marcela, tengo
problemas hormonales, y siguió explicando el resto. Él preguntaba, ella
respondía. Luego la revisó, normal, como cualquier médico, pero a ella se le
acabaron de alborotar las hormonas y a él le empezó a gustar la paciente, pero
ya tenía que acabar la cita y le dijo que en media hora en el bar Azul a 3
cuadras. Ok dijo ella mientras esperaba a fórmula, y se fue.
Josué llegó al bar sin retraso, revisó el lugar con la
mirada y le vio en rincón dando la espalda, él se le acercó, la saludó muy
normal, ella había pedido un tito, él pidió otro, hablaron un rato, pidieron
una cerveza, pero no pasó nada, y él se tenía que ir, entonces quedaron en
verse en la noche para ver una película en el Colombo, una de esas
independientes, y cada cual llevaría a un amigo (a).
5.40 pm. Marcela llegó con Teresa (Late), su amiga, y
compraron 4 tiquetes de algún film que les llamó la atención,
5.55 pm. Josué llegó con Esteban, se presentaron y Late le
hizo ojitos al nuevo amigo. Josué se le arrimó a Marce y le dijo: lo de ahora
es nuestro secreto, y le mostró una de sus argollas, recibió los pases para el
cine y entraron a ver la peli.
Salieron sin hacer muchos comentarios. Tuvieron un intento
de cena en un restaurante pequeño cerca al lugar. Late seguía haciéndole ojitos
a Esteban. Todos hablaban de todo, o de nada, a veces ellos del partido, ellas
de la novela, los cuatro de las noticias… Pidieron una botella de Casillero del
diablo, tomaron. Terminaron y se aburrieron. Vamos pa’l Kiosco, la discoteca
nueva del Lleras, dijo Esteban, y se
fueron.
9.38 llegaron, como no era fin de sema no había mucha gente,
pero ellos querían baile, pidieron trago, se enrrumbaron, se emborracharon.
Late dejó de hacer ojitos porque se enredó con Josué, o lo enredó, o se
enredaron. Esteban estaba que se Marcela, pero él era muy baboso para ella, así
que siguió acumulando días sin sexo y se fue como a las 12, así toda
cenicienta.
Esteban quedó “buscando presa”, con los otros dos pasó lo
que se supone, aunque a Josué se le olvidó volver a su casa, y como se supone,
hubo problemas, y gritos, y todo, pero esa es otra historia, por esta parte, no
pasó nada más.
Por: Natalia Pérez
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