LAS BRUJAS
DESPUÉS DEL COLEGIO
La curiosidad
mato al gato, es normal, es una duda constante de todo lo que ocurre en
nuestras vidas, siempre quisiéramos saber que va a pasar mañana, en un mes, en
el próximo empleo, en otra vida, el día que nos casaremos, si tendremos hijos,
todo, todo lo queremos saber porque somos seres curiosos por naturaleza y más
en ciertas edades de la vida que no podemos ver más allá del mundo que nos
rodea.
Cuando bajaba
al centro con mi mamá que tenía entre 8 y 15 años era todo un paseo, porque
íbamos solo a comprar lo que la mamá necesitaba y nosotros a observar en las
vitrinas todo lo que nos soñábamos, luego de salir de compras pasábamos por
varias calles donde nos entregan papelitos imposibles de leer en ese instante
porque si parábamos nos robaban y la letra era diminuta, además que decía mil
cosas, cuando por fin lo leía, era como
anillo al dedo, era como sentir que Dios
porfin nos escucho, sabía que necesitábamos una guía, una persona que nos
indicara cual de todos nuestros amores era el indicado, cual de las profesoras
era la que le hablaba mal a la mamá, porque el niño que nos gustaba no nos
quería saludar, en fin, era como necesitar a Dios, el genio mágico y a los
ángeles juntos para salir de ese problema que teníamos en nustra cabeza, y esta
bruja lo podía averiguar todo, lo sabía todo, era lo mejor que nos pasaba en el
día. Luego de leer el papelito cien veces y de contarle a todas mis amigas por
teléfono, llamábamos y pedíamos cita para ya si era posible, grave problema con
el que nos encontrábamos la señor mágica vivía en Aranjuez como a mil días de
nuestra casa, así que cancelábamos toda posibilidad de visita pues nuestros
papás se darían cuenta. Las buenas noticias no se hacían esperar carolina
siempre buscaba ayuda y la prima que estaba un año mayor que nosotras sabía de
una bruja muy cerca al colegio, la cual visitaríamos el Lunes luego de salir de
clases.
Muy
ilusionadas salíamos el lunes de clase para donde la bruja, allí nos
encontrábamos con varias amigas del colegio y hasta profesores, había que
esperar entre 20 minutos y una hora, pero para nuestras urgencias eso era
insignificante. Salía la primera y decía que una iba a estar en embarazo,
que nos cuidáramos, que ese niño no nos
convenía, que la profesora solo decía la verdad, que no saliéramos el fin de
semana y que volviéramos cuando quisiéramos, así íbamos desfilando una a una,
pobrecitas nosotras, pero así es la ingenuidad, creyendo cosas que ya sabíamos
y lo peor era que la teníamos como a un Dios, porque nos decía lo que era
obvio.
Hoy me rio de
las cosas por las que pasamos por querer saberlo todo, pero que hubiera sido de
nosotros si no lo hubiéramos hecho, de pronto estaríamos tan desubicados como
los profesores que todavía iban donde la bruja, en fin, fueron experiencias que
a la larga nos enseñan a vivir la vida con paciencia de forma más segura y sabia.
Andrea Barrera Pulgarín
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