A veces, él se deja ver. O, lo que es lo mismo, me permite observarlo.
Son momentos breves, en los que la duda guía sus preguntas y no consigue dar
con las respuestas que tanto ansía. Entonces suele reprocharse a sí mismo por
no haber actuado ante una determinada situación como debía hacerlo, renegando
de su consabida timidez, o simplemente elige resignarse y dejar que todo siga
su curso sin preocuparse demasiado por lo que pueda pasar. Baja la guardia,
supongo, y su debilidad es tal que puedo sentirla como propia. Ahora es uno de
esos instantes, los que de tanto en tanto logran inquietarlo. Como dije, lo
veo, pero él pretende no devolverme la mirada. Aleja su rostro sin la menor
intención de contemplarme. ¿Acaso no le agrada lo que ve? Tal vez.
Abandona el baño de hombres y vuelve a su mesa. Sirve cerveza en su vaso y
comienza a hojear el diario del día. Sus dedos recorren las páginas con
rapidez, repasando los titulares de las noticias. Rara vez se detiene ante el
contenido de los artículos. Y sin embargo, no ignora lo feliz que sería
teniendo la oportunidad de sentir esa adrenalina constante que genera el
trabajo en una redacción. El vértigo de escribir contrarreloj, la expectativa
de salir a la calle buscando información, el contacto con la gente y sus
problemas. Pero ahora está del otro lado, y disfruta del hecho de poder
seleccionar lo que va a leer. Entonces separa del cuerpo principal del matutino
los suplementos Espectáculos y Deportes, alguien en una mesa vecina lo nota y
le solicita el resto. Responde al pedido y vuelve a su lectura.
Poco dice el suplemento deportivo acerca del equipo de sus amores. Es miércoles
y no hay demasiadas novedades más allá del entrenamiento del día anterior. Sin
embargo, esas escasas líneas con declaraciones de los jugadores y el D.T.
sobran para ilusionarlo de cara al partido del domingo. Efímera pero
imprescindible sensación, puesto que cuando alza la cabeza luego de haber
llegado al final de la nota, recuerda el mal momento por el que su club atraviesa
y la realidad vuelve a atraparlo. De Espectáculos solo rescata un anticipo
sobre una película próxima a estrenarse en los cines de la ciudad, que quizá
vaya a ver.
Apura el último vaso de cerveza y piensa en el mundo. Aquél que el periódico
describe parcialmente haciendo hincapié en los sucesos nefastos que a diario
acontecen aquí y allá, comunicación mediante, sin límite de tiempo o distancia.
La historia se repite inexorablemente, como una película vista ya demasiadas
veces para inquietarse. Aún así, sabe que todavía hay cosas que lo emocionan,
no ha perdido del todo esa capacidad. Eso lo hace sentir vivo. El mundo también
lo está, se dice para sí como necesitando confirmarlo. Pese a todo. Aunque la
vida no tenga el menor sentido y la humanidad juegue a encontrárselo de manera
equivocada. Existir como sinónimo de presencia y la muerte como su contracara,
la ausencia. Dicotomía que al pensarse dispara como por adyacencia la reflexión
acerca de la felicidad y la tristeza. O, lo que es lo mismo, el amor y la
soledad.
Por: Diego Castro
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