Trabajaba yo en uno de los proyectos para mi empresa,
por allá en el año 2003. Yo un joven,
que ocupaba un cargo importante dentro de la organización de ese
proyecto. Era la envidia de muchos de mis compañeros de trabajo y la admiración
de más de una niña de la oficina.
Como en este tipo de proyectos hay
cabida para todo el mundo, no se hizo esperar la llegada de niñas de todos los
calibres, tamaños, colores, olores y sabores. Habían hasta de un ojo. Sin
embargo yo siempre muy serio y muy respetuoso de mi trabajo y mis
responsabilidad. Sin embargo un día entre todas la niñas que entraron hubo que
me llamo sumamente la atención. Era una morenita, no una negra, de esas
trigueñitas sexis, de pelo negro tirando como a indias, achinada que me
despiertan toda clase de pensamientos de lujuria, además tenía una caracteriza
bien importante y era su formidable culo.
Es que tenía un culo caído, pero caído
del cielo, y eso si me van a perdonar todos los que puedan leer este escrito, y
sé que entre gustos no hay disgustos, pero la nalga manda la parada. Eso de que
tetas y de más cosas que algunos hombres puedan admirar, para mí lo principal
si es el culo en una mujer.
Retomando el culo de esta niña era
perfecto. Parado, redondito, no se movía. Con los jeans parecía dos bolitas
puestas que le decían uno: cógeme, apriétame, muérdeme...... en fin era
perfecto, y unido a esos rasgos exóticos de Latinoamérica, esa mujer se hacía
irresistible.
No obstante las pocas veces que pude
hablar con ella y con las otras compañeras, no había percibido algo diferente
de una simple amistad laboral. Es más nunca me di cuenta de una mirada que
pudiera delatar algo distinto... hasta aquel día.
Un día en que terminamos de trabajar y
me llamo un amigo, que por cierto es un negro, y no es que tenga algo en contra
de los negros, pues tengo varios amigos negros, pero negro que no la caga a la
entrada la caga a la salida. Y este negro me llamo a invitarme salir con
aquella trigueña exótica, una amiga, el y yo.
Al principio vi la cosa muy amañada,
pues se suponía que saldría con la "la chiqui” como así llamaba a esta
culoncita deliciosa.
Salimos y nos fuimos para un bar a
tomarnos unas cervecitas, cerveza va y viene hasta el punto que ya nos empezó a coger
la cerveza y empezaron las caricias debajo de la mesa. Una caricias que mas que
caricias parecían mas un par de desordenados sexuales que no aguanta más por
irse a acostar.
Llevamos a mi amigo a la casa y a la amiga
de ella y quedamos la chiqui y yo solos, beso va beso viene, cogidita de teta,
me cogió el animal hasta que dijo
"nos echamos un polvito"
"nos echamos un polvito"
Queeeeeee, de una, ni corto ni perezoso,
pero estábamos tan excitados que ni siquiera alcanzamos llegar a mi apartamento
si no que nos parqueamos en una calle oscura donde nadie nos pudiera ver, me le
monte encima, le quite la camisa, le subí la faldita negra que tenia, ella
mientras tanto me cogía el animal y me miraba con excitación desesperada, me
bajo el cierre me lo saco y lo empezó a sobar en su clítoris. Gemía de la excitación,
le sentí ese coñito suave, con ese calorcito delicioso y abrazador, no aguante
y se lo metí de una hasta el fondo, a lo que ella apenas me miro con los ojos
abiertos!! y tomo una fuerte bocanada de aire por la boca!!
La cogí y la empecé a clavar, pues no creía
que me estuviera comiendo a semejante Reinita, con ese culito tan delicioso y
todo para mí.
Empezamos a movernos ya con los tragos
en la cabeza, y con la excitación en nuestros miembros al rojo vivo, y esta
mujer empieza a contonear sus caderas de forma irresistible, a pesar de la incomodidad
del carro.
Hasta que paso... me vine y la
"chiqui" también en su excitación, ya encima de mí, no se quito.
Esa noche la lleve a la casa, no paso
nada. Luego un par de visitas mas, otras culiadas, me fui para otra ciudad a
trabajar en un puesto que me había resultado. Al cabo de 2 meses, recibo una
llamada de ella en el celular. Contesto muy alegremente y encuentro una voz fría
al otro lado del teléfono.
-"Hola Soy yo. Te llamo para contarte que estoy embarazada.
Diego Castro
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