sábado, 10 de septiembre de 2011

VIAJE AL SEXO

VIAJE AL SEXO
Un viaje conmigo.
Y ahí estoy yo, justo aterrizando en esta gran ciudad. Llevo ahorrando casi 3 años para pagar este gran viaje, hoy más que nunca siento que me merezco estas vacaciones.       Creo que he sido un poco atrevido por comprar tiquetes en clase económica en una promoción de supermercado, es casi tan arriesgado como hacer el amor sin condón en esta época de estafas y robos. Pero el olor a avión, ese de aire condensado lo disfruto tanto que me huele a sacrificio, a horas enteras de trabajo y de convencer a mi jefe que yo era la mejor opción en su empresa. Hoy, hacer este viaje es para mí la mejor de las recompensas.                                                                                                                               
Recojo las maletas, me chequean el pasaporte, uno que otro examen de rutina por protección y luego salgo al ruedo. Llego por fin donde quería desde que vi el destino por primera vez hace unos meses, llego a la ciudad que me trasnocha desde hace tiempo, a la que por fin voy a probar para ver si encuentro un lugar favorito para estar, pasear de vez en cuando o por qué no…Para vivir y no dejar de visitar nunca jamás.
Más que un sueño cumplido estar aquí, es para mí una prueba del destino. Pasión y adrenalina pura, nervios y tensión, ansiedad y otras muchas cosas que las palabras no saben decir y que yo no sé ni describir porque no estoy seguro de poder transmitir.                                                                                                  
Antes que irme en taxi, prefiero caminar despacio para recordar cada rincón de este lugar, no llevo mapa ni lo mire por internet. No tengo miedo siento que las calles y yo hablamos el mismo idioma. Mis pies acarician cada adoquín como para no olvidarlo, mis ojos captan lo que se puede, mi voz calla para dejarle al olfato la misión más esperada, identificar cada esencia para guardarla en mi, sin videos y sin efectos completamente al natural como me gusta vivir, respirando el aire que me hace sentir que no ando muerto y que la vida no tiene un fin, que de vez en cuando no es malo salir a mirar y decidir si es mejor allá solo o aquí conseguir los buenos motivos para sobrevivir.
Llego al hostal, no es ni barato ni caro, tiene un precio sencillo, módico pero rotundo. Bajan mis cosas, no dejo propina. Reconozco el lugar por el que estaré unos días, le reparo y me doy cuenta de que está un poco usado, algo deteriorado sin embargo la sensación de estar ahí se lleva consigo la primera impresión de un poco de maltrato del que otros visitantes pudieron hacer de ese recinto de descanso e ilusión un poco golpeado por la represión. 
Nadie me indica horarios ni me da la bienvenida, todo es arbitrario como si fuera de rutina, de un momento a otro suena el celular, no tenía idea que aquí lo podía usar. El maldito teléfono interrumpió mi ascenso, iba mirando cada rincón de esa habitación y es sonido lo dañó, me desconcentró. Tampoco respondí, no quiero perturbación.
Lo apago, lo refundo en la maleta y continuo sin que el paisaje se mueva ni un segundo. Es bueno conmigo me deja seguir como íbamos antes, sin renegar y sin preguntar, solo me toma como su presa y me desnuda la cabeza.  Y allí me quedo como un preso, mirando por la ventana sintiendo todo y nada. Como el cristal que me separa de la ciudad, que goza mi mirada, yo me hago de rogar dejo que me tome ese paisaje de colores y me doy cuenta que este viaje va hacer la locura del mes, pues sin haber visto ni la mitad y tan solo con la mirada ya me cautive sin siquiera haber dado espera a conocer de frente esta cultura inminente. Me tranquilizo no quiero parecer sin experiencia, quiero respirar  para que mi emoción dure por un buen tiempo, quiero ser un buen turista y disfrutar el momento.
He salido del hotel, mejor dicho me han sacado de él, una compañera del cuarto –somos 8 en cada habitación del hostal-, me ha convencido de que tomemos un tour gratuito que salió hace 25 minutos desde el lobby del alojamiento. Esto era algo que no quería hacer sólo, las cosas se dieron, el destino obró y Violeta me invito a compartir este día para mí. Tomamos el metro para alcanzar a los otros del grupo. Me disgusta un poco el hecho de tener que afanarme por gente que ni conozco, todo sea por llevármela bien con Violeta, esas son concesiones que a veces se hacen tan solo por ganar puntos con quien puede hacer más provechoso el viaje, como una especie de negocio. Tomamos el metro, aquí soy yo el que se deja llevar de nuevo, es ella quien conoce el mapa. Me sonríe, me cuenta de donde viene y me dice que ya lo ha hecho varias veces pero yo no le dejo hablar intento yo mandar, pues a fin de cuentas soy hombre y me molesta esto de estar cediendo con ella que es del norte. Le cuento de mi vida, le engaño con cosillas, escucho que se acerca la estación y la tomo de repente, la halo con fuerza ya la puerta del vagón se cierra, por andar de distraídos se nos ha ido. Intentamos remediar, el vagón por alguna extraña razón vuelve y abre, salimos al lugar donde se supone ya están los del tour aquel del que tanto ya he oído hablar. Caminamos varias horas, no encontramos a nadie. Ella creía que se sabía el recorrido pero yo ya he retomado el mando, andamos por varias calles y visitamos algunos lugares hacemos el plan de rutina y  entramos a todos los sitios que por obligación se visitan. No soy innovador, como turista hay cosas que ya están escritas, no me puedo poner del que más se las sabe, cuándo bien sé que  es ella quien manda, así yo me crea indispensable es Violeta quien me guía así yo me engañe, es ella quien hace de esto un verdadero viaje, es ella quien le da sabor y textura como la buena copa que después se vendría.                                                                                                          Me siento exhausto, por fin llegamos al hostal. Me duelen los pies, después de un buena baño mi vecina me grita y me invita su camarote. Nos tomamos una copa pero siento que nunca se agota, ya la conversación se ha hecho muy larga y por pena nadie corta, podría ser perjudicial si alguien no remata pues ya el cansancio esta que me mata.   
De un momento a otro y después de varias botellas, Violeta me besa y su aliento a merlot me colma la boca, se siente caliente y a la vez huele a rosas es ella quien grita en silencio y  se desahoga en mí, de tal manera que me dejo yo ir. Ya el cansancio no importa, me dejo llevar… me dejo llevar una vez más es ella quien me hace levitar.
La noche se calma, recibo a Morfeo  y pido un deseo. Y aunque el viaje no ha terminado ya siento que lo he hecho todo; conocí una ciudad en tal solo unas horas y todavía no me despido de ella, creo que me quedare unos días más aunque sinceramente no ha me sorprendido. Más bien me envolató, me mostro, me sedujo. Sí, me ha hecho pasar un buen momento pero no me cautivo, le falta de todo un poco para poder hacerme decidir. De Violeta no he vuelto a saber, sé nada más que se fue al día siguiente sin yo saber porqué. Yo, disfruto del resto de mi viaje sólo y sin miedos pues estoy seguro que mil destinos vendrán y otros viajes extraños también llegarán. No me queda un mal recuerdo, es más me ha encantado aunque sea solo un día,  no me gusta que sea por rutina. Tal vez mi próximo destino sea algo con más desatino, sin planes ni tours. Sólo con una buena compañía que por fin me haga decidir.

Nicolás Ochoa Uribe.

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