jueves, 15 de septiembre de 2011

HISTORIA DEL BAR



CUALQUIER DÍA


Lugar, centro de la ciudad de Medellín, al lado derecho la iglesia de la Veracruz de más de 400 años de construida y una de las más representativas de la ciudad. Y aquí paradójicamente entre el Dios católico y la vida real se encuentran las putas. Hay por lo menos diez mujeres paradas en las puertas de los locales comerciales, son las nueve de la noche y las damas esperan pacientemente que sus vidas se resuelvan o más bien, que la noche les dé de comer a sus hijos. Las mujeres están dispuestas casi simétricamente en el lugar, como si hicieran parte del paisaje o fueran extras de una película de Víctor Gaviria. Llegamos al sitio, afuera una cartelera como de niño de primaria nos anuncia una promoción, tres cervezas por seis mil pesos. En la puerta hay un hombre vestido de negro, nos saluda amablemente y comenzamos a subir las escaleras de un lugar sin nombre, pareciera que estuviéramos entrando como a una especie de infierno chiquito, no tenemos miedo, en realidad hay una especie de morbo en nosotros que nos anima a seguir con esto. Un hombre nos recibe, esta algo histérico, nos pide las cedulas. Llega una mujer toma a uno de nosotros bruscamente y nos indica el lugar donde nos debemos sentar. Una madame baila en una especie de tarima de cemento, hay un tubo metálico en el medio y mientras las luces típicas de discoteca barata alumbran su cuerpo, se desnuda para complacer a los mirones. Suena un vallenato, la mujer se aleja de la tarima y comienza mesa por mesa a pedir su salario, lo que ella llama la colaboración. El lugar es bastante grande y a esta hora se encuentra casi vacío, hay por lo menos cinco hombres ubicados estratégicamente para observar a las damiselas. Suena una bachata conocida de esas que ponen en emisora, el mesero corre de aquí para allá, trae una que otra cerveza y vuelve a la barra. Hay un timbre que anuncia la llegada de los clientes, sube un hombre que se sienta justo al lado de nosotros. Esto es una especie de morbo escénico, donde la libido se atenúa y se escapa de los pantalones, al lado derecho del lugar hay un pequeño televisor que muestra una grotesca película porno. Comienza la música electrónica y sale otra mujer, es una morena muy bonita, lleva puesto un short y un top, baila, nos mira, se quita el top, se agacha y comienza a abrir las piernas, se mueve de una manera muy extraña, como si estuviera poseída o algo parecido, el dj anuncia otra chica y dice con vos circense, que el sábado en la noche habrá sexo en vivo y que se rifaran chicas gratis, como si la existencia humana se redujera al azar y peor aun, se regalara gratis. El hecho de exhibir el cuerpo solo como materia nos perturba, y se que el azar también hace parte de nuestras vidas, pero aquí se siente una mezcla entre lastima y asco, lastima de ellas, asco de la vida.

El barman se acerca a atender a sus clientes con una corbatica barata de coctel ridícula, las mujeres se acercan a la barra y hablan entre ellas. De nuevo el dj anuncia la entrada de otra fémina, tiene un braziersito que cubre sus pezones y un short blanco. Baila, se mete el dedo en la boca, abre las piernas, tiene un gesto de asco en el rostro, esta drogada, se nota en sus ojos díscolos. Entra un vendedor de gafas, como si con estas pudiéramos verlas en 3D u ocultar nuestra mirada, la mujer sigue moviéndose en la barra, y el hombre de las gafas da una vuelta por el lugar mientras mira a la chica, sus gafas son ahora una excusa para robarse un poquito con los ojos las imágenes que estamos presenciando. Suena un reggaeton y el dj dice enérgicamente: Vamos a mover las nalgas, la mujer se desnuda completamente,  tiene las tetas de perra flaca de la Cándida Eréndira y a medida que avanza la noche sube el 
nivel de las chicas, su belleza, su experiencia.

Este lugar es ajeno a nosotros y nosotros a él, se nos nota la cara de niños ricos y que no vinimos con el animo de excitarnos, de tocar o tocarnos ni de pagar por una noche de placer. Salimos del sitio, son casi las 11 de la noche. En el centro de la ciudad a esa hora se siente el aire pesado, nos invade el miedo mientras caminamos hasta la oriental para tomar un taxi y salir asqueados de la vida.

POR: ESTEFANIA MARULANDA POSADA

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