Viaje al sexo
Era
una noche de esas frías y lluviosas en las que lo único que se desea es un poco
de calor humano para calmar la soledad y la falta de afecto, y fue ahí cuando sólo
bastó una mirada para que ambos entendiéramos que quería el uno del otro,
sobraron las palabras, nuestro cuerpo hablaba por sí solo, ambos teníamos esas
ansias infinitas de sexo, mucho sexo, ya que no había cabida para el amor, ese
extraño y confuso sentimiento estaba apartado, pero la lujuria y el placer sí
estaban presentes en toda su expresión.
La
noche fue corta e hicieron falta caricias y besos para aquella desenfrenada
noche de pasión, donde a ninguno le interesaba quien era el otro, ambos
sabíamos que por unos minutos éramos el uno para otro, lo demás no importaba,
simplemente se vivía el momento para sentir y hacer sentir aquella sensación
difícil de describir, pero tan deliciosa de sentir, esa muerte corta y lenta
que lo único que queda después de todo son dos cuerpo sudorosos y llenos de
energía para continuar con el segundo y hasta con el tercer round.
Aún recuerdo esa noche, como si hubiera sido
ayer, siento tus manos recorrer todo mi
cuerpo y las caricias de tus labios que no dejaron ningún rincón por explorar, todo
nuestro placer, deseo sexual y las ganas
que sentíamos el uno por el otro se consumieron en aquel de motel, donde en
medio de la oscuridad sólo se veían nuestra sombras que formaban una extraña
pero excitante danza y se escuchaba nuestra agitada respiración.
Y al
terminar la noche todo había acabado, los dos volvimos a nuestra realidad y sólo
quedaba el recuerdo de una noche en la que sentí y viví cosas que nunca había
sentido, sí, había vuelto a mi realidad, pero tu aroma había quedado grabado en
mi piel y solamente pensaba en el
momento de volvernos a encontrar en aquel motel.
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