miércoles, 17 de agosto de 2011

Sin montoneras bienvenidos


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  2. HISTORIA EN UN BAR
    En una noche de sábado un poco fría, salí con mis compañeros de trabajo a tomar unas cervezas después de haber tenido un largo y estresante día.
    Estábamos en un lugar lleno de gente alegre que a todo pulmón cantaban cuanta canción pusieran. En este sitio había grupos grandes de amigos (como nosotros), había parejas que se veían muy enamoradas y en la barra se encontraba un hombre solo que a mi modo de ver estaba estresado, inquieto y muy nervioso.
    Como un acto de confesión, aquel personaje le estaba comentando sus problemas al barman, cada palabra, cada frase y cada historia que contaba el hombre inquieto, era un sobresalto para el barman, que sin más remedio lo seguía escuchando, pues para éste era una historia más que solía escuchar cada fin de semana.
    Pasaron las horas y yo veía que en la barra todavía se encontraba ese muchacho que por los tragos ya estaba hablando más duro y más de lo normal. Yo estaba tratando de escuchar que era lo que decía, porque me causaba mucha impresión verle la cara al barman cada vez que escuchaba una frase de ese hombre.
    Por la bulla de la gente y la música a todo taco, traté de descifrar la historia que estaba contándole ese hombre al señor que atiende la barra.
    Él decía: “yo soy una persona muy pobre, en mi casa pasamos muchas necesidades, traté de conseguir trabajo decente, pero en este país no existen las oportunidades, por lo que decidí aceptar la propuesta de un parcero. Me ofrecieron un millón y medio por matar a un man ahí. Sin más remedio lo acepté al ver la situación tan mala que hay en mi casa.
    Recuerdo muy bien cuando ese muchacho le dijo al barman: “nunca me había sentido tan nervioso al coger un fierro (no lo había hecho), cuando apunté sobre la cabeza de ese man y apreté el gatillo en tres oportunidades, me sentí el ser más repugnante del mundo entero, salí disparado del lugar y vine aquí desesperado, inquieto y muy nervioso por haber cometido ese error.
    Cuando ese muchacho terminó esa frase, miré al barman y estaba pálido, me imagino que sería por escuchar tan macabra historia. En ese momento le sonó el celular al barman, él contestó y se puso aún peor. Desesperado empezó a gritar, apagaron la música y entre llanto y dolor decía que habían acabado de matar a su hijo.

    Publicado por: Paula Andrea Correa

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  3. Viaje al sexo


    Ana María como todos los días, salía de su casa a las 4:30 a.m. para llegar a su trabajo, el cual quedaba al otro lado de la ciudad.
    Un día cualquiera se montó al autobús y de repente su mirada chocó con la de otro pasajero, el cual era un hombre grande, moreno y con unos expresivos ojos verdes que al mirarlos sólo inspiraban placer. Desde ese instante, se produjo una química abrumadora entre estos dos personajes, la cual tenía que trascender.

    Al día siguiente y a la misma hora volvieron a chocar las miradas de estos individuos, cada vez estaban más cerca el uno del otro, pero sin cruzar palabra alguna.
    María al igual que Juan sentían en sus cuerpos la necesidad de estar cerca, sin embargo no daban el primer paso para que esto trascendiera.

    Pasaron semanas en los que se encontraban los dos personajes en el autobús, cada día que transcurría aumentaba el deseo sexual en ambos; cuando chocaban las miradas se aceleraba el ritmo cardiaco, las pupilas se dilataban y se empezaba a evidenciar el desespero de los dos por unir sus cuerpos.

    Un día, Ana como de costumbre se montó en el autobús, caminó por todo el pasillo hasta llegar a la última silla donde se encontraba Juan. Esa mañana como si se hubieran puesto de acuerdo, estaban decididos a calmar ese deseo sexual que había nacido el primer día que se conocieron. Allí sin más remedio y sin cruzar una palabra, sus cuerpos se encontraron, calmaron sus ansias y con un gesto sonriente María y Juan le dieron fin a este viaje cargado de represiones y satisfacciones.

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  4. Descripción del lugar

    Conformado por dos plantas, al entrar se observan ocho mesas acompañadas de sofás, entre mesa y mesa hay unos velos blancos que generan cierta intimidad y el piso se asemeja a la arena de la playa, de fondo se escucha lentamente un toque de música techno. Cinco mesas se encuentran ocupadas, al lado derecho de la entrada hay una pareja que discute y mira insípidamente a todos los que entran, en la mesa siguiente hay dos parejas que ocupan dos mesas y coquetean abiertamente, una de ellas con cabello rojo y la otra de contextura gruesa y cabello oscuro; Ambos sonríen maliciosamente mientras sus acompañantes observan sus pronunciados escotes. Por su llamativa vestimenta las dos parejas se sienten incómodas en el sitio mientras en las otras mesas se consumen cócteles, ellos toman ron con coca-cola y lo hacen de manera rápida mientras tratan de convencer a las chicas de que tomen más y más. En el sofá de la esquina se encuentra una pareja bien vestida aparentemente universitarios por el bolso de la chica y el vestuario de su acompañante. Ambos sonríen, toman martinis y coquetean sutilmente. La última mesa se encuentra ocupada por dos jóvenes, aparentemente menores de edad por su desenfreno al tomar licor y por su forma de mirar y gritarle cosas a cuanta niña pasa por la calle.
    Al pasar por la ultima mesa se observan unas escalas que llevan al segundo ambiente del lugar, donde hay una sala grande general con ocho mesas y quince sofás y dos cuartos abiertos al costado.
    En el salón general hay una pantalla grande donde se proyectan videos de canciones de pop o rock en español. Este salón no tiene paredes, solo grandes cristales que ofrecen la panorámica de la concurrida avenida.
    La mayoría de los clientes del segundo piso tienen en sus mesas cócteles a base de crema y café, el resto daiquiris y martinis. En uno de los cuartos hay un grupo de amigos afrodescendientes que sonríen y aplauden entre si. El ambiente es muy íntimo y con una iluminación suave y romántica para una pareja recostada sobre un sofá en el centro que hablan sin parar sobre el partido que acaba de finalizar.
    En toda la esquina hay dos amigas comiendo y con un portátil en la mesa, mientras hablan de una tal Paula que no les quiere contestar. A su lado hay una pareja, el un tanto mayor que ella, quien todavía, lleva su uniforme de trabajo, mientras él acomoda sus gafas casa cinco segundos. Ambos sonríen e intercambian caricias y se toman un coctel blue entre los dos.
    La ultima mesa no es una pareja, es un trío, dos amigos y una de ellas en plan conquista con un joven bien parecido y muy bien vestido. La niña un poco joven y con cara prematura, toma con cuidado e indecisa la copa de la mano, le ofrece a su amiga entretenida con su blackberry y luego le pasa la copa al joven que toma por los tres. La niña sonríe, pone sus pies sobre la pequeña mesa negra uniforme y se recuesta en el hombro de su amigo. La amiga por su lado toma uno de los cojines blancos que combinan con los sillones negros de cuero, cruza uno de los pies encima del otro y lo mueve como usualmente lo hacen los hombres. Ésta con apariencia amachada, pelo corto, sin aretes, camiseta, tenis y pantalón de dril, no suelta su blackberry y mueve su pie ansiosamente; mira a su alrededor, mastica chicle, se toma la frente y le habla a la pareja. A los diez minutos se paran y se van sin terminar los cócteles que estaban consumiendo.
    El lugar es atendido por seis jóvenes muy atentos y amables con camiseta blanca con el logo del lugar.

    Por: Karen Milena Valencia

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  5. Historia del bar.

    La pareja sentada a la entrada del bar es la típica pareja que pasa los treinta y dos años, por su forma de discutir se ve que llevan muchos años de noviazgo. La mujer un poco robusta, de apariencia descuidada y cubriendo su torso con una chaqueta negra, le reclama a su acompañante quien es el papa de su hijo de tres años, la mesada para el mes. Alberto le dice a su novia que no tiene dinero para darle por que se dañó su moto y tiene que arreglarla o sino se conseguirán otro mensajero en su empresa. Aleida su novia el da un ultimátum y afirma que le sacarán al niño de la guardería por que no ha pagado; Además le expresa su inconformidad por los rumores de su infidelidad. Alberto pide otro cocktail tropical y Aleida arremete contra él por su cinismo. El resto de la gente que se encuentra en el lugar se percata del inconveniente y los mira fijamente, Aleida y Alberto se dan cuenta de las miradas indiscretas y guardan compostura. En la mesa del centro hay dos hombres y dos mujeres con aspecto y comportamiento llamativo. Carlos es el que comanda el grupo, se sienta de forma insegura y pone sus pies en cima del sofá de la siguiente mesa, mientras tanto las dos mujeres que lo acompañan sonríen maliciosamente y se secretean entre si. Éstas tienen una apariencia sexy y con vestimenta muy atrevida. Una de ellas es Jessica de cabello rojo y cuerpo voluptuoso, y la otra de contextura gruesa y cabello negro es Claudia. El otro hombre con una apariencia mas relajada es Luis, quien trata de conquistar a Claudia pero ésta se hace la difícil. Jessica es más abierta y extrovertida y constantemente secretea con Carlos quien le deja claro que tiene novia y que muy pronto se va a casar. Jessica le acaricia las manos y le dice que ella también tiene amiguitos pero que quiere pasar esa noche con él. Claudia les cuenta que se está separando por que su esposo tiene una amante. Mientras Carlos habla por celular con su novia, Jessica le escribe en un papel el nombre del Motel al que quiere ir y le enseña la nota a su amiga y Luis que se sonroja con la risa de ambas mujeres.
    Carlos se para de la mesa y se hace al lado de dos par de amigos aparentemente menores de edad por desenfreno al beber y por su forma de mirar a todas las niñas que pasan por la calle. Los menores se embriagan y sin poder controlar sus palabras y actos se montan en el sofá y comienzan a gritar y a bailar mientras invitan a varias mujeres para que se acerquen a la mesa. Carlos que se encuentra al lado, trata de escuchar a su novia pero el ruido de los jóvenes no lo deja, así que discute con ellos y éstos de forma inmadura le responden.
    Dos tipos grandes de seguridad se acercan y tratan de apartar a los hombres, mientras tanto Alberto de la primera mesa pide la cuenta y le entrega un billete de cincuenta mil a la mesera. Jessica se ríe por el problema que tiene Carlos, se para de la mesa con Claudia, saca un cigarrillo de su bolso y su amiga se lo prende mientras seguridad leva a la puerta a Carlos hacia la salida. La mesera se acerca y le dice a Alberto y a Aleida que el billete esta falso. Alberto discute con la mesera mientras el hombre de la barra se acerca y le explica a la mesera que el billete falso lo entrego Carlos el de la mesa del centro. Jessica, Claudia y Luis se salen del lugar y Carlos sigue discutiendo. Las mujeres de manera tranquila expresan que tienen hambre y cuando Luis saca su billetera para darles dinero, un hombre lo empuja y arremete contra él. Es el esposo de Claudia que piensa que Luis es su amante, la pelea es a favor del esposo de Claudia por que Luis no reacciona ni sabe porqué le están pegando. Ambos hombres caen encima de la moto de Alberto que sale a reclamarle a Carlos por lo del billete falso. Afuera del lugar todo es un caos y seis hombres terminan golpeándose entre sí, mientras que las tres mujeres se sientan al lado del lugar a comer.

    Por: Karen Milena Valencia

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  6. Viaje al sexo

    Como de costumbre todos los viernes, sor Juana de la Cruz explicaba a última hora con sus alumnos de noveno grado algo a cerca de Educación sexual. Lo hacía de manera tímida y entre regaña dientes por los comentarios desatinados de todos los jóvenes del curso. Alejandro era uno de los más charlatanes de la clase y el que más presumía sobre sus experiencias sexuales con chicas mayores, pero en realidad sus hormonas demostraban todo lo contario, una pasión y deseo incontrolable no lo dejaban razonar para diferenciar a su maestra de la joven vecina con la que alucinaba, así que cerraba los ojos y anhelaba el momento en el cual sus sentidos se alejaran y pudiera dominarse él mismo, complaciendo sus ganas en su habitación después del almuerzo.
    Entre tanto, Martín el más callado y tímido de la clase miraba de forma retraída a la Hermana Cruz, mientras ésta de forma desapercibida pronunciaba lo más sutilmente palabras como: pene, vagina, coito, orgasmo y condones. Alejandro se encarga de repartir las cartillas de la charla donadas por la secretaria de educación a todo su grupo, y con todos murmuraba sobre la incomodidad de la religiosa al hablar de ese tema.
    Sor de la Cruz sostenía en su boca la punta de uno de sus marcadores mientras calificaba algunos talleres, sonó la campana de salida y mitad del grupo salió burlándose de Martín por su aparente inexperiencia. Martín se atrevió a mirar por primera vez fijamente a su maestra quien se encontraba concentrada calificando algunas actividades. Martin comenzó a sentir una serie de sensaciones atrapadas en un cuerpo inexpresivo, un fuego masoquista que viajaba por todo su cuerpo de pies a cabeza, y que trataba de apagar contrayéndose por dentro manifestando simplemente un sonrojo en rostros, manos y pene. Cuando Martin decide salir y explotar en otra parte, la Hermana Cruz sin levantar la mirada le dice que le tiene que ayudar a calificar el resto de actividades.
    Sin refutarlo y en una odisea por el querer viajar en ese mundo masoquista de placer y vergüenza, Martin sigue a su profesora hasta el último piso del colegio donde quedan los dormitorios. Entran a la habitación, Martin se sienta y coge los talleres para evaluarlos mientras ahoga sus neuronas. Sor de la cruz sale del baño con su túnica pero sin zapatos, se acerca a Martin y bruscamente desabrocha la correa del joven como queriendo poseer y arrancar su miembro. Martin continúa con las hojas en la mano y sin levantar la mirada empieza a sentir un dolor en su miembro por la rapidez y la brusquedad con la que su maestra lo toca, pero de repente las neuronas inician de nuevo su viaje por todo el cuerpo buscando el majestuoso placer, camuflado en una mano femenina y una pequeña boca. La monja tira las hojas al suelo mientras se posa sobre su alumno, y desenfrenadamente maneja las manos de Martin que recorren violentamente todas sus partes íntimas. Martin no puede reprimir más su deseo y explota en una mar de sensaciones de placer, éxtasis neuronal y dolor corporal. Sor de la Cruz suspira un pequeño estado de satisfacción, se levanta de la cama, acomoda su hábito, abre la puerta de su habitación, saluda al fraile Fernando Pérez el coordinador académico del colegio, la hermana le hace una pequeña reverencia y sale de la habitación. El sacerdote entra, comienza a quitarse su cinturón y hábito mientras Martin desnudo tendido en la cama se intenta reponer del agitado pero pequeño viaje del que acaba de despertar.

    Por: Karen Milena Valencia

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  7. HISTORIA DEL OBJETO

    OBJETO: CORCHO
    PALABRA DEL PASADO: ADAPTACIÓN

    Una familia que años atrás era la envidia de muchos, regresaba a boca de todo el núcleo social de Laureles, esta vez, por el inminente acuerdo de los padres de divorciarse, separarse y partir bienes.
    En la grande biblioteca del apartamento familiar, se encontraba guardado como un trofeo, una botella de vino COBOS MALBEC DE 1975. El corcho era de la sagrada tierra de Jerusalén, la botella del disimulado socialista Dinamarca, y el vino de los jugosos campos de Irak. Por tales motivos, la famosa botella tiene un precio invaluable para la tolerante mamá y el responsable papá.
    Por unanimidad el par de hijos se quedaron con el perro y con su puesto en el costoso colegio, esa era la recompensa, estar bajo los mandamientos del prestigioso colegio católico.
    Los padres se enfrentaban la disputa del directorio telefónico, mientras sus hijos enfrascados en la desesperación, consideraban el bando que más les convenía y al que querían irse. Terminada la discrepancia por el directorio que terminó en trizas, ambos adultos pusieron sus ojos en la elegante botella. Los dos corren sin ningún cuidado derribando y quebrando lo que cada uno había ganado en la contienda, el objetivo final era el costoso vino. Llegan al mismo tiempo a la biblioteca, la madre toma la botella por el fondo y el padre por el corcho. El uno tira, el otro también, se gritan frases de amor mientras tiran y recuerdan lo felices que fueron durante el matrimonio. Tiran tan duro de la botella, que el vino se agita rápidamente y el particular corcho fabricado en tierra santa, comienza a absorber poco a poco el líquido.
    Los niños un tanto cansados se sientan en el medio y doblan las cuentas bancarias, los servicios y la cuenta de celulares en forma de avioncito, como anhelando los viajes que años atrás realizaban como familia ejemplar.
    El corcho aspiró tanto vino, que la presión destapó la botella, y lo que quedaba del imperioso líquido, se regó encima de los dos niños.


    REALIZADO POR: KAREN MILENA VALENCIA P.

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  8. El viaje al sexo
    Sara de 17 sale con sus amigas del colegio a un evento de su cuidad y conoce a Camilo de 22 y desde el primer momento que se conocen hay una atracción mutua, y en ese momento que se tenían que presentar Camilo le da un pico esquiniado, ella se sorprende y cree que fue un error y que fue algo que no debió pasar, pero resulta que todas las veces que se encontraba en la calle por casualidad, que se encontraban en reuniones de amigos y en otros logares siempre pasaba lo mismo, el le daba un beso entre la boca y la mejilla, pero de ahí no pasaba a mas, Sara se graduó del colegio y decidió irse a Bogotá a estudiar, mientras Camilo sigue su vida en la pequeña ciudad y se consigue novia, Sara mientras va a su pequeña cuidad para ir a visitar a sus familiares y mientras lo hace se encuentra con todas sus amistades entre esas Camilo, pero entre ellos todavía sigue habiendo química pero ella no se afana por tener algo con el deja q las cosas lleguen a su debido tiempo, pero en una de esas vacaciones ellos deciden tomarse algo y esa noche pasa lo que hace mucho debió pasar se Besaron…. No más.
    Sara se regresa a Bogotá para continuar con sus estudios pero sigue teniendo comunicación con Camilo pero como amigos, pero un día por cosas de la vida deciden hablar de sus sentimientos de uno hacia el otro y se cuentan todo lo que siempre han soñado y es estar juntos, pero también se dan cuenta que las cosas no son de simple sexo, ellos quieren compartir más cosas, tener más situaciones, hablan por semanas hacen en amor por teléfono, se mandan fotos muy sensuales el uno al otro y deciden encontrarse para poder hacer realidad todo eso que han hablado y deseado por tanto tiempo, el día llega Camilo va hasta Bogotá en busca de Sara, al verla la abraza y le da un beso tierno y amoroso, salen a comer a pasear por la ciudad es un día lleno de ansiedad, ternura amor, llegan a casa a la habitación es el momento más esperado por ambos, se empiezan a besar Camilo desviste despacio a Sara, le da besos por todo el cuerpo Sara hace lo mismo con el se tocan, se acarician, quieren que ese momento pase lentamente para poder tenerlo en sus mentes por mucho tiempo, el calentamiento previo a la penetración es perfecto los dos están súper excitados, es el momento indicado para que Camilo inserte su pene en Sara para ella es la sensación indescriptible lo disfruta al máximo, ellos hacen el amor tienen sexo al mismo tiempo hasta que los 2 llegan al orgasmo, se ven a los ojos se dan cuenta de lo que acaba de pasar entre ellos, acostados en la cama hablan de todas las demás cosas que quieren compartir pero no, no están pensando en matrimonio, durante ese fin de semana hacen el amor como unas 15 veces, dicen que quieren recuperar el tiempo perdido; llega el domingo es el día de que Camilo regrese a su ciudad, se despiden con un gran beso y saben que ese fin de semana ha sido de los mejores para los 2 pero que no se van a precipitar a las cosas al destino, Camilo se va y Sara sigue con su vida en la Universidad pero no dejan de hablar y de ser dos jóvenes que dicen lo que sienten y quieren.
    Por : YOHEN TRUJILLO AYA

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  10. Psicodelia

    Andrea era una niña del común, o bueno quizá no tan común, muchos la catalogaban como la mujer más complicada que pudieron conocer, era demasiado calculadora y tímida para muchas cosas y sobre todo escrupulosa, todo le producía fastidio y en cuanto a los hombres no podía ser peor, los consideraba un fracaso más en su monótona vida. Sin embargo y muy en contra de sus pensamientos y tal vez principios, un día conoció a Felipe literalmente su polo opuesto demasiado loco y vivo para su gusto, no le interesaba el amor ni mucho menos las cosas aburridas, sin embargo por cuestiones de soledad que deprimían cada vez más a Andrea y por la búsqueda experimental insaciable de Felipe, no pudieron ser mejor complemento aquella noche, en la que todo reflejaba un ambiente oscuro, sucio, extenuante y agotador, un ruido que aumentaba la desesperación y el sudor de ambos que se mezclaba cada vez más, lo raro era que a Andrea no le importaba, se sentía en un frenesí demasiado extraño con sus pupilas dilatadas y su piel en un mar de sensaciones, era algo que jamás había vivido, lo más impresionante para ella era que lo disfrutaba a cada segundo en el que Felipe sin pensar se aprovechaba cada vez más de su estado, comenzando el recorrido sobre sus piernas, tan despacio pero a la vez con fuerza, hasta que se encontró con su vestido y empezó a subirlo con agresividad. Andrea sólo sentía una cantidad de olores y colores que la extasiaban, y comenzó a perderse en un viaje absurdo que la desinhibía; todos sus valores morales se perdieron en un viaje al sexo que no olvidaría jamás, y aunque era su primera vez se sintió como la mujer con más experiencia sobre el tema, hasta el punto de que Felipe estaba un poco asustado pues nunca había experimentado algo como Andrea. Fue una noche loca, envolvente, sin embargo, cuando Andrea despertó se dio cuenta que su mente le había jugado otra mala pasada porque en realidad Felipe no era más que todas las frustraciones acumuladas, que quizá nunca desaparecerían, por el contrario cada día se acentuaban con los miedos y el pudor que tanto odió.


    Por: Aura Zuluaga Marín

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  11. Hipnotizado

    Jorge Andrés un personaje misterioso que conocí en un bar, al que le encantaba contarme historias cada vez que iba a tomarme una cerveza, lo mejor es que disfrutaba escucharlo, entraba en un frenesí indeterminado quizá por su alma de escritor, sin embargo esta fue la mejor de todas, y así empezó…
    Y ahí estaba ella. Fumando, como siempre. Siempre hablaba sólo con el cantinero. De vez en cuando un hombre se le acercaba, y ella, como una dama que era, al parecer tenía todo un ramillete de excusas dependiendo del espécimen. A menudo, me imaginaba las respuestas que les daba a los tipos dependiendo de la cara que ponían después. A algunos les gritaba, a otros les susurraba algo al oído, pero nunca los tomaba en serio. Por lo general, después de que los caballeros partían con sus corazones agrietados por el rechazo de una mujer tan hermosa, ella se quedaba contándole al cantinero lo que les había dicho, y siempre la respuesta del viejo era una sonora carcajada ronca, y una negación compinche con la cabeza.
    Yo sabía que si quería tener alguna clase de posibilidad con ella debía hablar primero con Frank, el cantinero. Si alguien podría saber como llegarle por lo menos a sacarle una sonrisa era él. Desde hace meses había sido su cómplice en su larga carrera rechazando pretendientes.
    Me paré de mi silla muy lentamente, me acerqué un poco al mostrador y le hice una seña a Frank con el dedo. Yo conocía a Frank de hace un buen tiempo, una vez lo salvé de un asalto y maté a los tres bandidos que pretendían vaciarle la caja fuerte. Frank me respetaba y estaba muy agradecido conmigo por ese día, además me debía un favor, así que cobré.
    Frank, le dije, quiero pedirte un favor especial ¿Que quieres Jack? me preguntó con su ronca voz. Nada en especial Frank, le respondí, simplemente quiero conversar un rato con esa mujer que sostiene el cigarro, le comenté. ¿Esa mujer? Preguntó asombrado. Si señor, esa mujer, la misma que he visto como hace rendir al mas duro de los vaqueros. ¿Pero por que ella Jack? Te aseguro que es una mala idea, dijo. ¡No me importa Frank! Tú bien sabes que si quiero tener a una mujer, la consigo o la consigo, háblame de ella, le dije. Está bien Jack, me respondió, la mujer a la que le has echado el ojo se llama Virginia, pero es conocida como Lady Eye. ¿Lady Eye? Le pregunté asombrado ¿la misma que ha asesinado a siete alguaciles? ¿La misma que después de matarlos les saca los ojos y los colecciona?, Frank solo limpiaba con un pañuelo un vaso y asentía con la cabeza..

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  12. Hipnotizado 2

    Por un momento quedé frío. Por mi cabeza pasaron las hipótesis de cómo una mujer tan hermosa y al parecer tan frágil pudo haber matado a tipos recios, llenos de testosterona, y en ejercicio de su trabajo como alguaciles, dotados con armas de fuego. Primero pensé que Frank me estaba jugando una broma, muchas veces me había imaginado a Lady Eye, gorda, que mataba con un hacha de carnicero, con una grandísima nariz y colmada de tatuajes por todo el cuerpo e incluso algunos que le cubrían el rostro. Pero lo que veían mis ojos era una mujer celestial, con una cara de ángel, unos brazos delgados y unos ojos negros que combinaban con su pelo negro como la noche. Si cualquier otra persona me lo hubiera dicho, no se lo habría creído, pero Frank nunca mentía, además su rostro padecía cierto nerviosismo que me reflejaba la verdad de su afirmación.
    Pensé y pensé, y después de meditarlo tomé fuerzas y me decidí a hablarle. Me acerqué, y como uno más de los cientos de caballeros que se le habían acercado antes, la invité a un trago.
    ¿Quiere que le llene la copa, señorita?
    El cantinero lo hará por usted.
    No señorita, no me entendió usted bien ¿Me dejaría invitarla al siguiente trago? ¿Qué está tomando?
    Le voy a decir una cosa señor, si cree que por invitarme a un trago me voy a acostar con usted, está equivocado. (Decidió jugar conmigo el juego de: soy una dama decente)
    Pero es solo un trago señorita, yo le aseguro que cuando se lo termine, si le aborrece mi presencia, yo mismo levantaré el culo de mi silla y me iré galopando en mi caballo ¿Qué está tomando?
    Gin Tonic, respondió, me gustan los tragos suaves, aunque yo ya la había visto como se mandaba de un solo golpe un vaso lleno de Vodka (todo hacía parte de su actuación).
    ¡Un Gin Tonic para la señorita! Le grité a Frank, que puso una cara de asombro por la petición de la dama. ¡Sale un Gin Tonic! dijo Frank. Ella lo agarro con sus aparentemente débiles manos y probó un sorbo. Mi nombre es Virginia, me dijo con una sabe voz. El mío es Jack, le respondí. Y usted es una mujer muy bonita Virginia ¿Qué hace tan sola en medio de la nada? ¿No tiene esposo?
    No, me respondió, a mi esposo lo mataron hace mucho. Pero no vengo buscando a nadie, ni esto es normal en mí, ésta es la primera vez que vengo a este bar. (Mentirosa)
    Ya sabía que me estaba mintiendo, que había asumido un rol de viuda desorientada y que pretendía hacerme pasar un ridículo, así que la encaré.
    -¿Te digo algo Virginia? Yo se algo de ti que tú no sabes que yo se.
    -¿Ah si? Preguntó con sarcasmo y cambiando un poco sus gestos. ¿Y qué sabes vaquero?
    -Se que eres peligrosa Virginia, y que coleccionas ojos.
    -¿Y sabiendo eso te acercaste, Jack? Que valiente…
    -Así es Virginia ¿O debo llamarte Lady Eye?
    En ese momento puse mi mano sobre mi revolver, sentí un frío en la columna y revisé los movimientos que realizaban sus manos. Puso sus manos sobre mis mejillas, y mientras yo le apuntaba con mí revolver en la frente, Virginia me besó.
    No podría describir la sensación exactamente, pero se mezcló el frío de la espina dorsal con la suavidad de sus labios y su lengua. El miedo a morir con un éxtasis por la vida que desbordaba mis límites conocidos. La dureza de mi revolver con sus manos frágiles como la seda tocando mis mejillas. Una contradicción danzante, que se fundía en mi alma como mantequilla derretida entre mis dedos, un olor profundo a tabaco, difuminado a pasos lentos por una fragancia a vainilla que emanaba de su largo cuello. Creo que por un momento quedé ciego. Es más, creo que por un momento morí, fui un zombie contaminado por la dulzura de un beso de una asesina en serie.
    Al volver de mi estado cataléptico, no se cuanto tiempo después ella ya no estaba, le pregunté a Frank que había pasado y me dijo que se había ido hace horas. Creo que fui hipnotizado por una asesina.

    Por: Aura Zuluaga Marín

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  13. Complemento


    La cerveza lo sabía todo, como confidente de marcela después de una larga y variada noche de trabajo, era la única compañía capaz de escuchar sus secretos resumidos en desagradables encuentros que cada vez más eran tan constantes como respirar. El bar era en realidad la casa de ambas pero a diferencia de marcela, la cerveza no se quejaba ante el baile y los hombres morbosos, al fin y al cabo sólo le interesaba ser tan pública y tan libertina tal y como su contexto lo exigía.

    Un poco alejado de esto se encontraba Esteban, un viajero insaciable, apasionado por el dramatismo y obsesionado con la muerte, aunque últimamente sus fines de semana eran demasiado aburridos y pronosticaba que su vida estaba perdiendo el sentido que tanto le había costado obtener a través de asesinatos en serie su mayor placer - era todo un experto -, pero se estaba perdiendo en una monotonía extenuante en la que el día se resumía en un ir y venir, de la facultad al colombo, del colombo a su edificio, buscando que cenar de plato fuerte sin encontrar nada que lo apasionara; aburrido y al mismo tiempo ansioso toma una “taza de tinto” aquella dosis que o hacía vibrar y emprender un largo viaje por la ciudad que lo llevaría a encontrarse con un bar que inmediatamente lo recibe con un trago de vodka y con un barman bastante particular llamado Josué, quien siempre tenía una actitud demasiado arrogante y antipática, cansado de ser el psicólogo de todos, sin embargo, esa noche era diferente, por primera vez necesitaba la ayuda de alguien más, por lo que le propuso a Esteban deshacerse de Teresa su novia quien se encontraba en el mismo bar, y a quien no se aguantaba más porque sólo quería burlarse de él retrasando compromisos y burlándose de su paciencia al cancelar su matrimonio por unos tiquetes de viaje para Jamaica con sus amigas; Josué sentía que por mucho tiempo había sido un idiota y sin pensar hizo que Esteban sigilosamente acabara con la vida de su novia.

    Esteban no podía estar más feliz, por fin su sueño se cumplía, mientras recorría el bar se encontró con aquella mujer quien tenía un anillo en sus manos al cual observaba con una actitud despectiva y escrupulosa. Esteban no dijo nada simplemente la coge por sorpresa y en uno de sus mayores actos psicópatas acaba con esa mirada que tanto la agobiaba –tal vez hasta le estoy haciendo un favor, pensaba Esteban-, lo que él no sabía es que en realidad aquella mujer era Marcela la otra trabajadora del bar que por primera vez en su vida sintió que alguien se preocupó por librarla del mundo al que tanto odiaba; su deseo se había cumplido, y con una sonrisa final agradece a Esteban por todo ese conjunto de sucesos para muchos macabros pero que paradójicamente gracias a ello ambos alcanzan un clímax de placer en el que cada uno recupera sus sentidos.

    Por: Aura Zuluaga Marín

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