martes, 15 de noviembre de 2011

Feria Del Libro Estefania Marulanda


Monólogo


La madera de mi techo suena, resuena, tajante, silenciosa y estruendosamente corroída, por lo años, por el viento, por la polilla, pareciera que lamieran cada pedazo y que de repente cayera en mi rostro un trozo de madera muerta y de alas transparentes. La luz de la calle colorea las botellas, las miro y me distraigo en su reflejo anaranjado, en la oscuridad puedo ver las ramas florecidas de un árbol cualquiera y de nuevo la luz, mezclándose con el humo. Ya el árbol no tiene ni ramas, ni moho. Las luces de colores se transportan indicando el acontecer humano y el aire plagado, y la luz intensa, y la lluvia, menuda. La velocidad física, metafísica, mas colores. Ayer busque a Darío Lemos en la feria del libro, lo busque sin encontrarlo, incesante, casi nadie lo conocía, pero yo quería leerlo. Conocí al hamaquero, un hombre de barba blanca que lo conoció en su juventud, en sus años buenos y muertos, hable con el algunas horas y me conto muchas historias. Días después encontré a Darío en la Biblioteca Publica Piloto, en un rinconcito, una sola edición del 89 ya curtida y poco leída. A veces miro a Darío,  y lo leo y me deleito infantilmente en sus letras podridas, en sus maldiciones, en la gusanera que se lo comió en vida y lo devoró en muerte. En su nada, en su ismo, en su mierda. En su ego. En sus noches de luna aguja, su traba infinita y en su deseo incesante de morir. Luego pienso en el mundo, en mi vida tranquila y amañada, y soy feliz. Ya viene la humedad, el olor a ropa mojada, los vidrios empañados, los alientos sumidos en uno solo. Y yo aquí, soledad suprema, interrumpe el olor a pasto mojado y el sonido de las volquetas a lo lejos, pocas gentes, y el licor frio, helado, pasa por mi garganta seca. No conozco a nadie ni me interesa hacerlo, primero necesito conocerme. A veces, pocas, siento que estoy conmigo, pero de momento salto a la realidad y estoy aquí de nuevo.  En el olvido tengo algunos recuerdos de mi niñez, absurdos algunos como sueños abiertos de sangre podrida, otros tranquilos y los últimos los tengo completamente olvidados. En esta ciudad ya no hay calles, ya no hay niños ni madres tristes, ya no hay vidas ajenas. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario